Rematadamente guapo, bastante idiota, mujeriego y fiestero empedernido, arrogante, ejemplarmente superficial, misterioso o sucedáneo de lo mismo y condenadamente atractivo.
Así es, o ha parecido ser hasta el momento, el muy imbécil. A pesar de que abrir la boca y un afeitado lo hagan cambiar lo mismo que del cielo a la tierra y que suela ser para peor.
Sinceramente no sé que me "molesta" más, que él sea así o que yo no sea capaz de negárselo a nadie que me pregunte.
En fin, por ahora ( y exceptuando algunos "retos" no cumplidos, declarados por la "vox populi") es un capullo con suerte.
¡Ah! y rematadamente guapo.
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